sábado. 27.04.2024

¡El tren! Camino de hierro de la Dalmacia (VII)

El proyecto de ferrocarril nació con la aprobación de los dirigentes políticos, el beneplácito de propietarios y comerciantes y la bendición de la diócesis y cabildo del obispado de Coria. Un tren capaz de unir dos ricas regiones limítrofes que intercambian sus distintos productos a lomos de las caballerías, por intransitables caminos de cabras, por puertos de difícil acceso, haga frío o calor. Ahora todo sería más rápido, sobre todo para Sierra de Gata, que dejaría de ser una comarca incomunicada y aislada

Maìquina 1908, fuera de servicio
Maìquina 1908, fuera de servicio

Era lógico que si en Ciudad Rodrigo se había celebrado una reunión general para facilitar la construcción del trazado ferroviario que dio pie al tren con trayecto desde esta Ciudad a Río Tajo, hicieran lo propio en la de Coria, otro de los partidos judiciales por donde discurriría el tren.

El 13 de febrero de 1908, como ya tenemos dicho, se reunieron en esta dicha ciudad de Coria los representantes de la comisión del distrito de Hoyos, junta de mayores contribuyentes, autoridades del ayuntamiento, entidades, vecinos de Coria y ayuntamientos de los pueblos de este partido judicial y de otros por donde pasa el trazado de la vía.

En esta reunión se dio fe de las comisiones de trabajo creadas en Ciudad Rodrigo y Hoyos y de la necesidad de crear una comisión de representantes del distrito de Coria que se uniría a las otras, para ofrecerse en la potenciación de la ejecución del proyectado ferrocarril.

Ninguno de los asistentes dudo ni por un momento de las bonanzas del proyecto. Sabían que su construcción no sólo mejoraría el transporte de viajeros, productos y materiales de Sierra de Gata, y Partido de Coria, sino que además suponía un empuje para la pujanza y beneficio de estas comarcas cacereñas al enlazar el occidente de Castilla con Extremadura y Andalucía. El proyecto de ferrocarril nacía así, con la aprobación de los dirigentes políticos, el beneplácito de propietarios y comerciantes y la bendición de la diócesis y cabildo del obispado de Coria.

En ella se aprueba todo lo dicho por las comisiones de Ciudad Rodrigo y Hoyos, nombrando como comisionados a José F. Fogués Cogollos, (dean de Coria), Luis Serrano Floriano, (diputado), y Rufino Gutiérrez Fernández, (alcalde de Coria), que quedan autorizados para cuantas gestiones sean necesarias en obtener la realización de las obras.

A esta Comisión se le dieron plenos poderes de gestión y se autorizó a los comisionados para que pudieran conceder a las empresas constructoras la prestación personal de los pueblos de ese partido, la cesión de terrenos para el trazado de la línea, según el tipo de tasación que los pueblos hayan garantizado y la gestión de la inversión en obligaciones. Respondían del pago los Ayuntamientos interesados en cada término, a quienes afecte la expropiación

En ese momento, este proyecto de ferrocarril de Ciudad Rodrigo a Río Tajo, pasando por Sierra de Gata, se había catalogado como secundario y estratégico, por la cercanía con la frontera portuguesa, lo que reportaría una gran ventaja para su futura construcción.

Los planes del Ministerio de la guerra en la construcción de ferrocarriles estratégicos estaban claros. Los montes que forman las estribaciones de Sierra de Gata consienten una ofensiva española o portuguesa. El portillo de Alcañices, Ciudad Rodrigo, Salamanca y Badajoz, son las avenidas más propias para operaciones entre España y Portugal. Este país tiene ya tres líneas férreas generales en la zona de Salamanca, dos de ellas en Guarda y una en Barca d´Alba.

Los comisionados de Coria se fueron hasta la cercana Moraleja del Peral, acompañados del diputado provincial Juan Alonso Pardavés, del presbítero Servando Jiménez y del diputado por Hoyos Victoriano Pascual de Sande.

Invitados por el alcalde de Moraleja, Emilio Gutiérrez, accedieron a un abarrotado salón de Plenos del Ayuntamiento de ese lugar, donde relataron las gestiones realizadas y animaron a los presentes a colaborar con todas sus fuerzas para coronar con éxito las obras del ferrocarril. Las respuestas de los asistentes no tardaron en respaldar el citado proyecto y dar facilidades, nombrando Comisión formada por el párroco de Moraleja y el comerciante e industrial, Diego Fernández de Rojas.

Las notas de adhesión se multiplican y los pueblos de Plasencia y Coria solicitan que se atiendan las justas y legítimas aspiraciones de la olvidada Alta Extremadura. En la reunión celebrada en el Ayuntamiento de Coria, (febrero de 1908), los mayores propietarios y el clero se unen en este empeño. En Ciudad Rodrigo se designa a Clemente Velasco, Santiago Fuentes, Federico Sánchez Manzano y Agustín de Miguel para asistir a las reuniones de las Comisiones. En Hoyos se reunieron las comisiones de este pueblo, las del de Coria y Ciudad Rodrigo, nombrando una comisión, como tenemos dicho, con representantes de los tres partidos judiciales, con el encargo de buscar técnicos para el proyecto del ferrocarril.

La ilusión colectiva comenzaba a vislumbrar el trazado del ferrocarril, la humeante máquina paseándose de norte a sur y de sur a norte por las estribaciones de la Alta Extremadura, los recibimientos y despedidas a familiares, amigos y paisanos, los vagones cargados de mercancías y los curiosos sentados a su ruidoso paso. Ya nadie lo ponía en duda y esperaban prestos la noticia del anuncio del proyecto. Un tren capaz de unir dos ricas regiones limítrofes que actualmente intercambian sus distintos productos a lomos de las caballerías, por intransitables caminos de cabras, por puertos de difícil acceso, haga frío y calor. Ahora todo sería más rápido, sobre todo para Sierra de Gata, que dejaría de ser una comarca incomunicada y aislada.

Fue grande el entusiasmo que levantó en todos los pueblos, desde Ciudad Rodrigo hasta los Cuatro Lugares, en la idea de que, relegadas al olvido por los Gobiernos y sus representantes en las provincias y en las Cortes, se habían unido para defender sus intereses, conseguir mejoras en las industrias establecidas, potenciar la implantación de otras nuevas y  favorecer el desarrollo de su agricultura y ganadería trashumante, cuyos productos tendrán una fácil salida al exterior.

La constitución de la Asociación Extremeño Castellana (1908) para el estudio y construcción del ferrocarril y el posterior nombramiento de los ingenieros Emilio Pérez y Epifanio Barco, para la realización del proyecto, dieron alas a la ilusión colectiva. El Ministerio de la Guerra por su parte facilitaba todo aquello que se le pedía en este sentido.

La Gaceta del 27 de marzo de 1908, publicó la nueva ley de ferrocarriles, de 26 de marzo, y adjunto el Plan General de estos. En él, aparece el ferrocarril estratégico de Ciudad Rodrigo a Río Tajo. En el mes de septiembre de ese año comienzan los estudios del trazado los ingenieros designados, pero  no es hasta el 29 de agosto de 1912 cuando, la Gaceta de Madrid, anuncia concurso para el ferrocarril, por el plazo de cinco meses.

El ferrocarril quedaba incluido en el Plan de Ferrocarriles Secundarios y Estratégicos con la designación “Ciudad Rodrigo a Río Tajo”, con un ancho de vía de un metro, proveniente del Plan General de 1908, con 168.000 metros y un presupuesto estimado de 38.148.224 pesetas, lo que supone 227.073 pesetas por kilómetro construido.

La Ley (artículo 33), dice que el Gobierno por propia iniciativa o a petición de cualquier particular o entidad acordará la celebración de concursos para la presentación de proyectos de ferrocarriles estratégico. En el anuncio del concurso se determinarán, previo informe del Consejo de Obras Públicas y de la Junta de Defensa Nacional, el trazado general de la línea, los requisitos que han de reunir las obras y el material fijo, móvil y de tracción para garantía de los servicios peculiares de estos ferrocarriles y las demás condiciones de los proyectos.

Las noticias que llegan son reconfortantes y anuncian que los estudios del ferrocarril van muy adelantados, demostrando gran celo en su terminación y final féliz, el principal ingeniero Emilio Pérez.

¡El tren! Camino de hierro de la Dalmacia (VII)