viernes. 19.04.2024

La agonía del búho chico, la mejor novela sobre la historia de los guerrilleros en Extremadura

Justo Vila (Helechal, 1954) narra en este libro la historia de hombres que, por pertenecer al bando perdedor en la Guerra Civil Española, se ven obligados a huir a la sierra en busca de refugio. Esta es, en palabras de Manuel Pecellín (filólogo, profesor y estudioso de nuestra región, además de miembro de la Real Academia de Extremadura), “la mejor novela de cuantas han abordado la historia de los guerrilleros en Extremadura”.

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La agonía del búho chico

La agonía del búho chico es el relato de extremeños que, en los terribles años de la posguerra, quieren huir de la muerte y subsistir en los montes con la esperanza de que un día cambie su suerte, los nazis pierdan en la Europa de la Segunda Guerra Mundial y ellos, con el apoyo de los aliados, puedan volver a la normalidad de sus vidas, junto a sus familias.

Su protagonista, Alonso Martínez Aranda, alias “Veneno”, después de permanecer durante un tiempo en el campo de concentración de Castuera y ser condenado a muerte, logra escapar de la cárcel de Puebla de Alcocer en el año 1939. Evita la muerte refugiándose en la sierra de Cantosnegros, con otros republicanos cuyo número irá aumentando a medida que avanza el relato.

Mateo, Gaspar, Martín, Nieta, Doña Concha y otros refugiados cuentan aquí sus vidas truncadas; la desesperación al ver que la huida ha traído consigo la pérdida del amor de juventud que se ha “juntado” con otro; el miedo a los hombres provocado por duras experiencias que hacen recelar de estos para siempre; el temor a ser rechazado por los compañeros cuando estos se enteren de que uno no es más que un desertor del bando nacional. Y así, multitud de historias estremecedoras, como la de Patricio Montes, maestro de escuela, que consigue escapar del “paseo” y del tiro de gracia; Rosario, maltratada por su marido; el padre de Mateo, que ha permanecido escondido bajo tierra durante cuatro años y que se suicida arrepentido de haberse unido a los falangistas.

Conocemos, además, de la mano de otros personajes, el miedo al paseíllo, a los fusilamientos y el tiro de gracia, las fosas comunes, las delaciones de los vecinos que conocen las afinidades políticas de los habitantes del pueblo, los duros años de la represión franquista durante la posguerra. En definitiva, personajes recios y tiernos a la vez, capaces de enternecerse ante la muerte de una anciana, la candidez de un niño o el amor de una mujer. Hombres que añoran la vida en familia y que son conscientes de que, después de un período de esperanza en el que confiaban en que lograrían regresar, están asistiendo a su propio aniquilamiento.

Y todas estas historias ambientadas en los parajes extremeños, magníficas descripciones de la flora y la fauna de la Siberia extremeña y la Serena, en cuyas sierras permanecen estos hombres escondidos entre peñascos y bajo pozos, para evitar ser localizados por los Guardias Civiles que peinan el monte a cada instante.

Paisajes extremeños, léxico y fonética extremeños, que el autor transcribe en fragmentos como este: “… Y si hubiera tenío al menos una esperanza… Pero ella cree que todavía estás en Francia. Tú verás… qué iba a hacer la probecilla… Desde lo de su madre, que en paz descanse, se había quedao mu sola”. Una buena novela, efectivamente.

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