viernes. 26.04.2024

Un rey bajo el sol

Movido por una natural y periodística curiosidad, quise conocer la figura de Don Juan Carlos, - máxime cuando, entonces, pertenecía a la Redacción de “Abc” y tendría el lógico deseo de saber cómo era el sucesor del General Franco, aquel chico rubio y alto, “hijo de los Barcelona” –  en palabras de Dª Sofía -.  Desde un principio, me interesaría por saber qué y cómo era aquel muchacho, alto y rubio, llamado a ser el sucesor del General Franco. Y, hasta estuve, varias veces en La Zarzuela. ¡Qué luchas por heredar esta piel de toro, muerto el dictador!. Cuantos aspirantes “al panal de rica miel”. En el legado del gran historiador, Jesús Pabón - desterrado por monárquico en Tordesillas -, y paradojas de la vida: Franco aparece riéndose con él, a carcajadas, en una fotografía. Pues, en su archivo, descubriría como un descendiente de los Trastamara testimonia sus derechos a una sucesión a la muerte del general. Recuerdo que vivía en Tortosa.

¡Qué país, Miquelarena!. Y Don Alfonso de Borbón, primo hermano del Rey, que tuvo la amabilidad de presidir, en Lardy, la presentación de mi libro sobre la infancia de Don Juan Carlos… Y, en busca del panal de rica miel, no faltarían  carlistas como Carlos Hugo. ¡Tantas peleas! Pero, con Franco, no valían maniobras; y se decidiría – bien lo había meditado - por el hijo de Don Juan, a pesar de la lucha entre juanistas y juancarlirtas; y lo que supondría la herencia del hijo frente al padre, Estoril de ensueños, vigilancias y destierros, la tragedia de su hemano, Don Alfonsito, “El Senequita”, que dejaría la pena colgada para siempre en “Villa Giralda”, en un Viernes Santo de luto y llanto. No, no ha sido para El Rey un camino de rosas su vida, llevar el timón de la vieja Iberia; y la espera desesperada de los romeros de Zarzuela, donde no faltarían los buenos modos de Jacobo Cano – muerto trágicamente en su automóvil al regreso de Palacio -;  y la grandeza  de Don José Joaquín Puig de la Bellacasa, Secretario General de la Casa, que llevaría a políticos de la oposición al franquismo hasta el faro de La Zarzuela, con una diestra y siniestra liberal – a Jordi Puyol en su coche -. Y  llamado para ser Jefe de la Casa. ¡Qué gran Señor!. Junto a la soledad del Rey, los alivios y consejos de Nicolás Mondéjar – su segundo padre -, Jefe de la Casa y sus sucesores: Sabino Fernández Campo, Fernando Almansa, Alberto Aza y la gran tarea del actual, Rafael Spottorno, protagonista de los acontecimientos de estos días.

Esos años se lo ha llevado el viento de las horas, y queda el Reinado tan apretado y, sin embargo, lejano; que quizás el olvido nos haya nublado la memoria y quede en su trastero, cuando, en ocasiones, vivimos atenazados por una atmósfera integrista y, sin embargo, un refrescante viento de libertad, “¡libertad sin ira, libertad¡”. Ábranse esas puertas, adiós, dictadura, adiós; y que venga el viento puro del Guadarrama, olvidemos “el febrerillo loco /que de todo da un poco” – 23 F -. Que “el Rey vino del exilio”, la inolvidable noche del día 9 de noviembre de 1948 y su primer acto en el Cerro de los Ángeles; que su llegada coincidiría con la muerte, en la cárcel de Yeserías, del estudiante monárquico, Carlos Méndez; y las coplas antimonárquicas. Y la dura visita al campamento falangista y soriano de Covaleda, que el día fue muy largo y las palabras y los gestos muy desagradables. No faltaría “la musiquilla” del romance a la Reina Mercedes:”El que quiera una corona / que se la haga de cartón, / que la Corona de España / no es para ningún Borbón”. Y otras más fuertes. Hasta fotografías del Príncipe aparecían en las letrinas, cuando volaba en la Academia de San Javier. Cuánto no soportaría Don Juan Carlos.  

¿Qué sabía ese chico de la España de posguerra envuelto en un clima asfixiante? Todo sería tan desconcertante para él, por más que en “Villa Giralda” no se hablara de otra cosa que de España. Sí, hasta la mitificación. Qué mundo tan  solanesco y kafkiano, que hasta en la visita de Don Juanito a Franco, vería cómo un ratón jugaba con la borla del fajín del general. Todo tan sórdido hasta el largo camino hacia el Trono, no exento de intrigas.

 Qué lejano queda aquel Don Juanito del íntegro preceptor Eugenio Vegas Latapie - casado con la cacereña Leonor  Ceballos-, en Lausana y Friburgo, sigue los estudios del Principe impartidos por los Marianistas; y, posteriormente, en Madrid, recitaría las coplas de Jorge Manrique en su “exilio” del Retiro; y siempre cerca de él y de la abuela - la Reina Victoria Eugenia - “Gangán”- en el destierro. Tan gran Reina como mujer, viuda de Alfonso XIII; y hasta Unamuno le dedicaría unos versos. Y el eco atlántico de “Villa Giralda”- Estoril -, con olor a mar y sonido a fado, Don Juan y Doña María y la palabra España se repetía hasta la saciedad. Y, con la llegada del Príncipe a nuestros lares, no faltarían coplas de mal gusto: “De Portugal ha venido/ de Portugal ha llegado /el que dicen Rey de España, el infante don Juan Carlos. (… ) Y finalizaría: ”El que quiera una Corona / que se la haga de cartón / que la Corona de España no es para ningún Borbón.”

 Don Juanito y la pedagogía de José Garrido, y la estancia en Las Jarillas, carretera de Colmenar, a un tiro de piedra de Madrid; y sus profesores y compañeros de este predio y, después Miramar, mirando al Cantábrico, eco de las olas y  recuerdo estival de Alfonso XIII y “Gangán”, y el madrileño palacio de Montellano – la bondad de Hilda, dama de la Reina Victoria; y su marido, el Duque de Montellano, tan vinculados a Plasencia, dueños del palacio de Mirabel -, colegio improvisado y la dureza educativa del preceptor, Duque de la Torre…; y los exámenes orales en el Instituto de San Isidro; y la Academia General de Zaragoza -  y vaya época, sin vino y ni rosas –, que aguantaría bien El Príncipe y, posteriormente, el “preceptor” Duque de Frías y su “Seiscientos”, ida y vuelta, cada día, al Escorial. Lejana época esa, cuando Don Juanito es familiar y Don Juan Carlos, oficial. Al parecer, el Carlos, fue idea de José María de Oriol, con el fin de integrar las dos ramas: juanista y carlista. Esta España nuestra de concordia y opulencia, quebrada, sin embargo, por los deslices de las corruptelas.

Ha llegado la hora del adiós. ¡Qué casualidad: Suárez y El Rey! Y, en cierto modo, ese tiempo lo hemos recorrido y compartido todos juntos, con sobresaltos como el 23 F. Atrás quedaría el tiempo de las recepciones sencillas en Zarzuela, Elena y Cristina, adolescentes; el Príncipe, más pequeño. Hace unos años, le llevé al Palacio de Oriente a la Infanta Elena mi libro sobre la infancia de su padre; y le dije que se lo diera a Froilán. Y, con un gesto de posesión, exclamó: ”¡No, este es para mí!”.

Con la abdicación del Rey, palidecen muchos de nuestros recuerdos y la nostalgia anida en los ánimos, porque, en cierto, sentido, los Reyes – el General Franco, también - forman parte de nuestros pasos, vivencias y recuerdos, la historia, en suma; la melancolía de las hojas del calendarios, “hojas del árbol caído / juguetes del viento son”. Que caen como el sol en la hucha de la noche. Un día, el Rey le dijo a Adolfo Suárez:”Lo que yo pretendo es que todos los españoles tengan un lugar bajo el sol”. Un gran escritor – no recuerdo su nombre – decía que, aunque lo rechazáramos a los Reyes, deberíamos perdonarlos,”porque un Rey es la Patria encarnada”. El Rey ha abdicado; ¡viva Felipe VI!.  

Artículo publicado por Extremadura Digital y cedido a este diario por el propio autor

 

Un rey bajo el sol