martes. 19.03.2024

LAS LETRAS DEL VIENTO. "El milagro": La sangre licuada de San Pantaleón

Sangre licuada de San Pantaleón
Sangre licuada de San Pantaleón

Todos los años, el día 27 de julio, la sangre de San Pantaleón se licua y, si no ocurre este hecho, según la leyenda, se avecinan graves catástrofes. Bajo un sol de julio, veréis a devotos, como se acercan al madrileño Real Monasterio de la Encarnación, situado en una bella plazoleta, recóndita y austera, solemne. Acuden como romeros a contemplar una ampolla y, milagrosamente,  cómo se licua  la sangre de este mártir; y si no ocurriera tal hecho, según la leyenda, se avecinarían grandes catástrofes. Dios quiera que no. Esta ampolla la donaría el Virrey de Nápoles, Conde de Miranda, en el siglo XVII  a su hija, sor Aldonza. Como novicia, vivía  en el convento, cerca de la Plaza de Oriente. Antes de ocupar el actual Monasterio, las monjas habían vivido en el Real  Monasterio de San José.

Los devotos se disponen a besar un hueso del Santo, introducido en un relicario. Perseguido por el Emperador Diocleciano, Pantaleón sufriría la persecución del Emperador Diocleciano y moría el día 27 de julio del año 305. 

Al parecer, San Pantaleón – 29 años - era médico, y sería decapitado, y sus reliquias las recogerían cristianos que las dispersaron por diversos países. Su sangre sería recogida en frascos –  y en ocasiones, permanecerían escondidos – ; y las llevarían por diversos santuarios del mundo, especialmente, al famoso Ravello napolitano. 

 Este milagro podrás verlo, lector, ante el magno edificio, trazado por fray Alberto de la Madre de Dios. La fachada, de estilo herreriano, sería imitada por otros templos españoles. La impulsora creativa del monasterio, sería la reina Margarita, conocida por los madrileños como las Margaritas. El monasterio perpetuaría la ordenanza hecha por el rey Felipe III, su esposo, de la expulsión de los últimos moriscos en Madrid. 

Las monjas serían favorecidas con los derechos de unas minas de plata descubiertas por entonces y, ese dinero, debían emplearlo para hacer una arqueta que guardara el Santísimo el día de Jueves Santo.  Nuestro paisano, Manuel Godoy acudía, diariamente, a la misa de la iglesia del monasterio, y lo hacía como si se tratara de un paseo, hasta su residencia, en el palacio de Floridablanca (hoy Ministerio de Marina). Durante la estancia en Madrid de José Bonaparte, un día apareció en la verja del monasterio un gato ahorcado y un escrito: «Si no lías pronto el hato, / te verás cómo este gato». 

Ese día, acuden al templo, todo tipo de personajes. En una de esas visitas,  yo conocería a un matrimonio: Pantaleón y Encarnación. El nombre del varón obedece al “que se compadece de todos”. Yo soy de los que suelo pasear, cuando puedo, naturalmente, por estos sitio tan hermosos; y he acudido, con cierta frecuencia, al Monasterio, donde el cántico de las monjas, en esta joya, elevan el ánimo con el aroma de su bella voz y, hasta en cierta ocasión, me encontré con un matrimonio – Encarnación, asturiana y él Pantaleón, soriano. Vivían en Madrid y, ese día, ambos, cumplirían su promesa, como lo hacían desde que se conocieron. ¿Una promesa?.

Juan Antonio Pérez Mateos es escritor y periodista.

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