domingo. 12.05.2024

Orígenes (3)

El estudio de las mitologías romana, griega, hindú y aquí podríamos incluir la parte primera del Génesis bíblico, nos hace darnos cuenta que todas giran alrededor de un eje común, la tradición Sumeria. Lo que nos lleva a decir que la actual civilización de la tierra tuvo su origen en este lugar, entre los ríos Eufrates y Tigris. El mismo lugar que en la Biblia se ubica el Jardín del Edén

Ilustración de antiguos vergeles

Habiendo comenzado a utilizar piedras como herramientas unos 2.000.000 de años atrás, el Hombre consiguió esta civilización sin precedentes en Sumer en los alrededores del 3800 a.C. Y lo que más perplejidad provoca de todo esto es el hecho de que, hasta el día de hoy, los expertos no tengan ni la más remota idea de quiénes fueron los sumerios, de dónde vinieron, y cómo y por qué apareció su civilización.

Pues su aparición fue repentina, inesperada; aparecieron de la nada. ¿Cómo pudo ser que, después de cientos de miles o millones de años de penosa y lenta evolución, todo cambiara de forma tan abrupta y completa, y, con tres empujones -alrededor de 11000-7400-3800 a.C-, los primitivos cazadores y recolectores nómadas se transformaran en agricultores y alfareros, en constructores de ciudades, ingenieros, matemáticos, astrónomos, metalúrgicos, comerciantes, músicos, jueces, médicos, escritores, bibliotecarios o sacerdotes?

Se podría ir todavía más allá para hacer una pregunta aún más básica, magníficamente planteada por el profesor Robert J. Braidwood (Prehistoric Men): «Después de todo, ¿por qué ocurrió? ¿Por qué todos los seres humanos no estamos viviendo todavía como se vivía en el Mesolítico?»

Los sumerios, la gente por la cual vino a ser esta civilización tan repentina, tenían una respuesta preparada.

La resumieron en una de las decenas de miles de inscripciones mesopotámicas encontradas: «Todo lo que se ve hermoso, lo hicimos por la gracia de los dioses».

Los dioses de Sumer. ¿Quiénes eran?¿Eran los dioses sumerios como los dioses griegos, que vivían en una gran corte, de festín en el Gran Salón de Zeus en los cielos-Olimpo, cuyo homólogo en la tierra era el monte más alto de Grecia, el Monte Olimpo?

No. Si repasamos la mitología griega, leyendo entre líneas,  podemos fácilmente llegar a la conclusión  de que es la misma mitología Sumeria contada siglos después. Pero con las consiguientes deformaciones que produce la transmisión, manteniendo la esencia. Eran inalcanzables y, sin embargo, siempre se estaban mezclando en los asuntos humanos. Podían ir de aquí para allá a una velocidad de vértigo, aparecer y desaparecer; tenían armas poco comunes y de un inmenso poder. Cada uno tenía una función específica y, como consecuencia, cualquier actividad humana podía padecer o beneficiarse de la actitud del dios encargado de esa actividad en particular; por tanto, los rituales de culto y las ofrendas a los dioses estaban destinados a ganarse su favor.

Aunque la mitología griega no es muy clara en cuanto a los orígenes de la humanidad, las leyendas y las tradiciones proclamaban la ascendencia divina de héroes y reyes. Estos semidioses conformaban el lazo entre el destino humano -los afanes diarios, la dependencia de los elementos, las plagas, la enfermedad, la muerte- y un pasado dorado en el que sólo los dioses vagaban por la Tierra. Y, aunque muchos de los dioses habían nacido en la Tierra, el selecto Círculo de los Doce Olímpicos representaba el aspecto celestial de los dioses.

En la Odisea, se decía que el Olimpo original se hallaba en el «puro aire superior». Los Doce Grandes Dioses originales eran Dioses del Cielo que habían bajado a la Tierra; y representaban a los doce cuerpos celestes de la «bóveda del Cielo».

Los nombres latinos de los Grandes Dioses, dados cuando los romanos adoptaron el panteón griego, aclaran sus asociaciones astrales: Gea era la Tierra; Hermes, Mercurio; Afrodita, Venus; Ares, Marte; Crono, Saturno; y Zeus, Júpiter. Siguiendo la tradición griega, los romanos vieron a Júpiter como un dios del trueno cuya arma era el rayo; al igual que los griegos, los romanos lo asociaron con el toro.

En la actualidad, hay un acuerdo generalizado en que los cimientos de la civilización griega se pusieron en la isla de Creta, donde floreció la cultura minoica desde alrededor del 2700 a.C. hasta el 1400 a.C. Es decir, unos mil años después del surgimiento de la civilización sumeria.

Otro tanto de lo mismo sucede con la tradición Hindú y la Bíblica. De alguna forma parecen copias o traducciones de los antiguos escritos sumerios.

El hinduismo, la antigua religión de la India, considera los Vedas -composiciones de himnos, fórmulas  sacrificiales y otros dichos pertenecientes a los dioses- como escrituras sagradas, «de origen no humano». Los mismos dioses los escribieron, dice la tradición hindú, en la era que precedió a la presente. Pero, con el paso del tiempo, un número cada vez mayor de los 100.000 versos originales, que iba pasando por transmisión oral de generación en generación, se fue perdiendo y confundiendo.

Al final, un sabio escribió los versos que quedaban, dividiéndolos en cuatro libros y confiándoselos a cuatro de sus discípulos principales, para que preservara un Veda cada uno.

Cuando, durante el siglo XIX, se empezaron a descifrar y a comprender las lenguas muertas y a establecer conexiones entre ellas, los estudiosos se dieron cuenta de que los Vedas estaban escritos en un antiquísimo idioma indoeuropeo, predecesor de la lengua raíz india, el sánscrito, pero también del griego, el latín y otras lenguas europeas. Cuando al fin pudieron leer y analizar los Vedas, se sorprendieron al ver la extraña similitud que había entre los relatos de los dioses védicos y los de la antigua Grecia.

Los dioses, contaban los Vedas, eran todos miembros de una gran, pero no necesariamente pacífica, familia. En medio de relatos de ascensos a los cielos y descensos a la Tierra, de batallas aéreas, de portentosas armas, de amistades y rivalidades, matrimonios e infidelidades, parecía existir una preocupación básica por guardar un registro genealógico -un quién es el padre de quién y quién era el primogénito de quién.

Los dioses de la Tierra tenían su origen en los cielos; y las principales deidades, incluso en la Tierra, seguían representando a los cuerpos celestes. deidades, así como los versos que tratan de multitud de otras deidades menores -hijos, esposas, hijas, amantes- son, evidentemente, duplicados (u originales) de los cuentos griegos. No cabe duda de que Dyaus acabó significando Zeus; Dyaus-Pitar, Júpiter; Varuna, Urano; y así sucesivamente. Y, en ambos casos, el Círculo de los Grandes Dioses era siempre de doce, no importa los cambios que tuvieran lugar en la sucesión divina. ¿Cómo pudo surgir tal similitud en dos zonas tan distantes, tanto en lo geográfico como en lo temporal?

El estudio de las mitologías romana, griega, hindú y aquí podríamos incluir la parte primera del Génesis bíblico, nos hace darnos cuenta que todas giran alrededor de un eje común, la tradición Sumeria. Lo que nos lleva a decir que la actual civilización de la tierra tuvo su origen en este lugar, entre los ríos Eufrates y Tigris. El mismo lugar que en la Biblia se ubica el Jardín del Edén.

Solo que las tablillas sumerias que describen la historia con todo lujo de detalles fueron escritas varios siglos antes, que la Biblia. Lo que nos puede llevar a pensar que de alguna manera la Biblia es una copia o traducción de la historia sumeria.

Otro tanto sucede con las mitologías egipcia, hitita, indú, griega y romana. Todo nos lleva a pensar que el origen de esta “civilización repentina” del homo sapiens, se debió a la intervención de los dioses (Elohim) y tuvo lugar entre los ríos Eufrates y Tigris, en el actual frontera entre Irak e Irán. Donde la Biblia ubica el Jardín del Edén.

Allí fue “hecho”, el Adam (el terrestre). Dice Elohim “hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza”.

Dice “hagamos”, no creemos. Y lo dice en plural, los Elohim eran varios o muchos. Y no pensemos en la Trinidad de Dios, que es un concepto muy posterior.

Allí había mucha gente decidiendo como hacer al hombre.

Continuará…

Hasta otro día, amigos.

Un abrazo.

Agustín.

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