viernes. 26.04.2024

Poco a poco la luz se vuelve más tenue y nuestro particular auditorio adquiere un encanto singular... es el momento de que nuestro oído fije su atención: ¡Atención, apaguen sus móviles y guarden silencio!

Empieza la sonata. A lo lejos, con un breve “In crescendo” podemos ir apreciando un sonido metálico y penetrante, el sonido de un cencerro configura la entrada percusiva de esta obra. Poco a poco han ido compareciendo los interpretes, las últimas en llegar, las grullas comunes, todavía están tomando sitio, mostrándonos su esbelta y elegante figura. Una vez más, fieles a su cita, se convierten en las principales protagonistas de esta época del año; ellas son las solistas de nuestra obra.

En un segundo plano, al fondo, pero cada vez haciéndose más presente, el “obstinato” del Árrago, que también se suma a esta composición, con un ligero y suave fluir de sus menguadas aguas y que nos sirve de continuo para armonizar nuestra obra. Todo está preparado para que nuestras invitadas las Grullas, siempre vigilantes y atentas, nos cautiven con su canto... emitiendo su voz gutural, primero una, dos... y de repente una multitud se incorpora a este coro, dotándole de gran fortaleza y resonancia. Mientras desde otro punto de este magistral auditorio comenzamos a escuchar la respuesta de un segundo grupo de grullas, el efecto de antífona, el ir y venir de las voces de un sitio a otro, va enriqueciendo la textura de esta obra singular, ligera, pero a su vez íntegra. A esta altura del movimiento, ya son ellas las verdaderas solistas de esta composición.

En este despertar de sonidos, lentamente se incorporan más voces procedentes de la rica avifauna que puebla este espacio, tal vez alertadas por sus compañeras o simplemente queriéndose sumar y enriquecer esta sonata. Para acabar esta parte de la obra, tenemos la suerte de escuchar por encima de nuestra cabeza el batiente sonido de las alas de una pequeña colonia de grullas que regresan a su temporal hogar.

Nuestra pieza tiene un claro carácter rítmico, con “melodía atonal”, tal vez caótica aunque llena de vida, de emociones fácilmente perceptible para aquel que respeta el entorno dónde vive, que aprecia lo que tiene... desgraciadamente cuando uno acude a este gran auditorio una de las imágenes que más desasosiego genera es la falta de respeto por él. Aquellos que no conocen su valor, carecen de la facultad de poder disfrutar de él en su justa medida y tan solo lo pueden valorar como un campo de recreo. Su falta de respeto, no solo con el resto de las personas que allí vamos, sino además con la propia “Pachamama”... nuestra flora y fauna, nuestra propia y auténtica identidad, hacen que este espacio encuentre puntos de conexión con un vertedero: ruedas, botes, botellas, garrafas y una gran multitud de todo tipo de basura, que el bajo nivel de agua nos muestra para recordarnos que debemos de hacer lo posible para que esto no suceda.

Silencio, el segundo movimiento va a dar comienzo... ven, acércate y escucha!!!

Paisajes Sonoros III: El Gran Auditorio “Embalse de Borbollón”