viernes. 26.04.2024

Corrían los años setenta, creo que hacia la mitad de esa década nos llevaron un día a la finca “El Rañaco”, por el entorno de Valdecaballeros. Aquello parecía ser una “Comuna”, en la que un grupo reducido de amigos  intentaban olvidarse de la vida urbana. Hacían una agricultura que llamaban “biológica”. Tenían colmenas y animales varios, como  cabras, caballos, burros, gallinas…y recolectaban productos silvestres. Utilizaban algunas energías alternativas en pequeña escala: un aerogenerador de segunda mano, y algunos paneles solares de primera generación.

Habían establecido su “república independiente” en un lugar recóndito y silvestre, en el que también había puesto sus ojos la Central Nuclear de Valdecaballeros. Pronto se informaron de lo que entrañaba ese tipo de energía, y la declararon la guerra, informándonos a otros extremeños de lo que aquello suponía. Lo contaban desde la perspectiva de la técnica y la ciencia, con una buena dosis de filosofía sobre una sociedad industrial  de la que abominaban porque conducía al hombre unidimensional que ya retratara Marcuse.

Pedro Pazos ante instalación de energía renovables

Creo que ellos eran más bien de Prohudon, Bakunin y los grandes libertarios, y también, por supuesto partidarios del amor libre; aunque eran conscientes de lo fácil que era proclamarlo y lo difícil que era vivirlo, sin que ello generara conflictos en el grupo, por lo que no hacían proselitismo de ello.

No eran partidarios de drogas duras, aunque uno de ellos plantó un poco de “maría” que se extendió como la mala hierba junto a los tomates y hubo que quitarla antes de que les acarreara algún conflicto con la Guardia Civil. En el fondo querían demostrar que era posible una vida autónoma y autosuficiente, una especie de “comunismo libertario” fuera de la burocracia de las instituciones, aunque a veces les llamaran hippies por ello. Aquellos primeros “neorurales” disfrutaron a fondo en aquel edén, pero a pesar de lo bella y romántica de su experiencia, las grandes  limitaciones, propias y ajenas, acabaron con la utopía, pasando los resistentes a otra etapa menos pretenciosa.

Junto a Pedro Pazos vivimos las movilizaciones contra Valdecaballeros y nuestros primeros escarceos con la agricultura biológica, organizando debates contra los pocos ingenieros nucleares que se atrevían a comparecer en los actos que organizábamos, hasta que trajimos a Gaviria, Naredo y compañía, hicimos “Extremadura Saqueada” y llegamos a las grandes movilizaciones que concluyeron con el cierre de la Central.

En la siguiente etapa, Pedro se compró un carro y se empeñó en dar la vuelta a España con su familia dentro, unos ratos a pie y otros andando, en lo que debió ser una aventura apasionante y de la que todavía conserva ese carro insólito que desafió durante un tiempo a la civilización del automóvil. ¿Se imaginan un carro tirado por una yegua y un caballo “entero”, atravesando túneles, carreteras y caminos de todo tipo? o ¿intentando cruzar la frontera de Marruecos en un Ferry, quedando bloqueados al pasar Ceuta, en “territorio de nadie”, desde donde no les dejaron seguir, ni les dejaban volver porqué venían de Marruecos sin haber entrado en él? Esta surrealista historia es para novelarla y llevarla al cine.

En fin, cuando el dinero se iba acabando jornaleaban en la aceituna o en la vendimia, y seguían su camino sorprendidos ellos mismo de cómo puede sobrevivirse gastando lo imprescindible, y de la buena gente que se encuentra por esos caminos. A lo largo de esta aventura de varios años, le dio tiempo a Pedro y su compañera de que les naciera un hijo, y a la yegua de parir un potro y quedar preñada de nuevo antes de finalizar este viaje de varios años.

Tras la gesta del carro, no sé si para aliviar las deudas que le deparó la lucha contra tanto molino de viento, se volvió de nuevo a algunas grandes empresas de ingeniería en las que había trabajado, comprobando que había olvidado muchas de sus prácticas de ingeniero industrial. Recuperadas éstas y hasta el inglés que también tenía abandonado le ofrecieron la dirección de proyectos importantes que le llevaron a Indonesia (Isla de Java), a Portugal, de nuevo a Indonesia (Isla de Sumatra) y finalmente a China, donde se hizo cargo de un gran proyecto, con el que puso fin a aquella etapa ingenieril.

En ella pudo ver  cómo evolucionaba el mundo del gran capitalismo, al tiempo que ganaba algún dinero y tomaba nota de la técnica a aplicar a sus sueños sobre la energía solar. Tras ese largo periplo aterrizó de nuevo por El Rañaco, y creó una de las primeras empresas de instalaciones solares de Extremadura, llegando a emplear directa e indirectamente a una treintena de empleados y subcontratistas, y en ella se ha jubilado después de superar una serie de obstáculos técnicos y burocráticos que para qué contarles.

Para terminar esta historia de un pionero extremeño sin par, les diré que una vez jubilado crea, junto a Carmen Ibáñez y Mario Morales, el Proyecto REBIBIR, sin ánimo de lucro, que mediante la ayuda de gente solidaria y algunas entidades se ha dedicado unos años a realizar pozos solares con bombeo directo y huertos ecológicos en Mauritania, gestionados luego por mujeres de aquellos poblados. Les han hecho las obras, aportado la tecnología y el equipamiento, las semillas, etc. y les han enseñado a manejarlo en una zona desértica a la que han llevado un sueño que aquellos bereberes no podían imaginar.

Todo ello motivando a personas y entidades para lograr la financiación de esos proyectos de bajo coste (18.000 euros cada huerto y pozo solar)  en los que han puesto imaginación, esfuerzo y trabajo durante unos años. Han logrado apoyos del Ayuntamiento de Logrosán (un pozo) Diputación de Cáceres (medio pozo), un municipio francés pagó 12.000 euros para traer a España y formar a un grupo de mujeres, que son las que se encargan de la agricultura. Pero sobre todo fueron personas particulares las que han estado apoyando el proyecto, además de organizar festivales y conciertos como el  de María Espada, que ayudaron mucho a ello.

Finalmente ha pasado un tiempo en Cuba, en la que le habría gustado replicar el proyecto de Mauritania en Santiago de Cuba, en una finca tropical en Sierra Maestra, pero la burocracia oficial del Régimen de Fidel le creaba tantos problemas que tuvieron que desistir. No sé si se dará por vencido o acabará lográndolo, pero si sé que aunque esté jubilado no dejará de sorprendernos con alguna nueva iniciativa en El Rañaco o en Cuba, cuyas estancia comparte temporalmente.

Reencontrarme hoy con Pedro Pazos, en esa dehesa mítica de El Rañaco, para dar rienda suelta a todos estos recuerdos nos ha deparado unas horas de placer y añoranzas difíciles de explicar en este Blog “Del Huerto a la Granja” que he retomado gracias a su amistad y a nuestros recuerdos. Con unas habas tiernas, queso, embutidos y pan, todo de El Rañaco, nos hemos despedido hasta un nuevo encuentro en la Granja de Magacela, en la que haremos trueque de productos, proyectos y recuerdos.

Artículo publicado por Juan Serna en el su blog ‘Del huerto a la granja’ del diario Hoy y cedido personalmente para su publicación en este digital. 

Imágenes de Juan Serna cedida a www.sierradegatadigital.es

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Las aventuras de Pedro Pazos, un pionero rural