21/9/12
El estornudo de la Castellana de Madrid
No era su mejor día. Sabía de la cita social que le convocaba y, a pesar de todo, se levantó tarde, cansado del trajín de la semana. Por eso, cuando llegó al tren de cercanías, la estación rezumaba el sosiego de cualquier sábado a las once de la mañana y él, todavía perezoso, dejó escapar el primer convoy, mientras introducía dos monedas, de dos €uros cada una, por la ranura de la máquina.